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ASFALTO “Crónicas de un tiempo raro”

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Julio Castejón, al frente de unos renovadísimos Asfalto, vuelve a la carga con el décimo segundo elepé de estudio de la banda madrileña, icono del rock urbano y del pop ilustrado, por derecho, proyectando en canciones como soles esos ecos sinfónico-progresivos que alimentaron mi infancia y juventud.

Como cantan M-Clan: ahí vienen los edecanes del rock’n’roll, ‘con sus canciones tristes, su perdición’, y es que en estos tiempos criminales de impudicia por doquier, Julio Castejón, tan sensible él a lo que sucede alrededor, se marca todo un compendio de sutiles apuntes sobre la condición humana, en unos momentos donde la supuesta ‘democracia’ que vivimos hace agua por los cuatro costados y amenaza una gran tormenta. La nube negra sobre nuestra cabeza, abandonados a la intemperie, sin respuestas ni antídotos. Flanqueado por su vástago Paul Castejón, como guitarrista y hombre-orquesta, que domina varios instrumentos, arropado por el talento de una banda descomunal (Nacho de Lucas a los teclados; Arturo García a la batería, Pablo Ruiz al bajo), y secundados por invitados de auténtico lujo (John Helliwell de Supertramp aporta su granito de arena en “Melani”), Asfalto tratan de enjuagar la amargura de esta nueva edad media que nos azota de forma inmisericorde.

En esta ocasión, la segunda gran crisis de la democracia a nivel planetario, el Apocalipsis está a la vuelta de la esquina, mientras los Cuatro Jinetes cabalgan desbocados en países como Siria o Irak, y la disuasión nuclear impone -por fortuna- su ley, como siniestra “Paradoja”. Una brecha ya vivida en los años treinta del pasado siglo, con el ascenso de los totalitarismos que desembocaron en la II Guerra Mundial. 60 millones de muertos y no hemos aprendido nada, mientras los ideales de 1948 se desvanecían como lágrimas en la lluvia. Roger Waters ya lo sentenció en álbumes diamantinos, del calibre de “Amused to Death” o “The Final Cut”, con la banda madre Pink Floyd. Tomando buena nota de esas sonoridades, nuestros protagonistas cogen el relevo como artesanos de finísima orfebrería musical en un elepé que no dejará indiferente al personal.

Empezando por la portada: un tornado amenaza la tranquilidad cotidiana, solo hace falta visualizar el frontal de este disco para  hacerse una idea se su contenido. Los Derechos Humanos convertidos en papel mojado y nuestras vidas yéndose por el desagüe. En estas “Crónicas de un tiempo raro” se exige ‘la inteligencia al poder’, una frase que nos recuerda a Don Miguel de Unamuno en 1936. Por desgracia siempre surgirán siniestros personajes, llámense Millán-Astray o Donald Trump que gritarán “Viva la muerte”, mientras “Melani” sufre en silencio la homicida violencia de género o “Nani Albox” vive su ocaso en total soledad y desamparo: es el sentimiento trágico de la vida que empapa los poros de un trabajo tan lúcido como necesario.

“La Paradoja” de un mundo bipolar, donde todo se convierte en mercancía, ‘un gran letargo revelador, sociedad disociada del conocimiento’, donde es preciso tener la información al momento, para olvidarla al instante. “Treinta años después” el cambio ha sido espectacular, pero solo en lo material, grandes autovías, ordenadores, telefonía móvil pero un país tan invertebrado como de costumbre, donde la cultura tiene cada día menor protagonismo. Finos acordes de rock progresivo en un álbum que nos recuerda mucho al tercer plástico en solitario de Julio Castejón, “Vía Cortada al Paraíso”. ‘Cambia el dinero por tiempo’ sugiere nuestro protagonista, ‘aun intacta la emoción, moderada la pasión’, tres décadas después del big-bang que supuso la eclosión de aquellos Asfalto que gritaban a los cuatro vientos el poderío del hombre nuevo, de ese “Ser urbano” cuyo único vicio era el gas butano (para calentarse en los duros inviernos).

Esperando de nuevo la “Lluvia de abril” que limpie el patio y nos despeje de tanta confusión, deseando un aguacero que aclare mentes y corazones, ‘tiene que llover a cántaros’ proclamaba Pablo Guerrero durante la Transición y parece como si nada hubiese cambiado. “Déjalo ser”, ‘déjalo estar, deja que hable por si mismo’, esa criatura que da sus primeros pasos en esta tierra contaminada de egoísmo y corrupción por los cuatro costados. “Abraza la ocasión” y sálvese quien pueda. Asoma entonces “La Bestia”, marcándose un ‘incierto camino a Gringolandia, destino final, donde los sueños ni existen ni están…’. De este modo, entre sutiles melodías y esencias místicas (“El Pie de Buda”), transcurre un álbum que deja perlas cultivadas en el mejor rock&pop, con aroma literario, como ese “Novelista” que moldea la realidad como el alfarero construye sus piezas de barro. Música preciosista y armonías para paladear en la intimidad. Ya no asoman los himnos de antaño, pero estas trece “Crónicas de un tiempo raro” sirven de termómetro del mundo que nos toca vivir. Agárrense, que vienen curvas.

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