ATLAS “Nuevos tiempos, viejas costumbres”

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ATLAS  Nuevos tiempos, Viejas CostumbresLos hermanos Arias (Manolo y Ángel), unos veteranos stajanovistas del rock’n’roll, curtidos en mil batallas y proyectos, vuelven a la arena con el tercer disco de esta criatura, arropados en el magisterio del baterista José Martos (Barón Rojo, Topo) y en el talento vocal del sin par Ignacio Prieto (Reina de Corazones, Eden Lost) en un disco de hard-rock ochenteno por derecho, que trae a colación las mejores esencias del género que tanta satisfacciones nos dio hace tres décadas.

“Arriesgar y apretar los dientes, apostar fuerte, la vida es cosa de valientes…” filosofía a quemarropa de un disco puntero, donde Manolo Arias saca su mejor perfil en las seis cuerdas, un timonel que nunca se rinde y que lleva en el candelero cinco lustros como brillante guitarrista y productor. Bellabestia, Muro o Ñu crecieron exponencialmente con su presencia, amén de aquel combo de rock melódico, Niagara, que compartió con su hermano Ángel Arias, conocido también por su labor como bajista de Barón Rojo durante tres lustros, cuando los Hermanos de Castro decidieron que el artefacto debía volar más bajo y surcar las turbulentas aguas maniqueístas del ‘underground’ patrio.

Este cuarteto de veteranos ilustres se pone ahora el mundo por montera, como si no existiera el mañana, en un plástico con ecos de toda la música que nos gusta, de Rainbow a AC/DC, siempre rock, como decía aquel viejo himno “Concierto para ellos”. Además de lanzar su particular canto indignado en clave de blues, “Gritaremos NO”, mandando a hacer puñetas a la podrida clase política de este desdichado país. “Vete al infierno” le escupen al mandamás de turno, con una intro al más puro estilo “Mr.Crowley” de Ozzy Osbourne, en un temazo donde dan rienda suelto al bólido, una pieza desaforada donde el viejo “Death Alley Driver” camina desbocado hacia un averno lleno de desahucios y miseria cotidiana. Pese a la lírica afilada del álbum, como viejos zorros, estos gladiadores del rock’n’roll prefieren ponerle una sonrisa melódica al asunto, imprimirle sordina a estos tiempos criminales que estamos viviendo y no dramatizar más a nivel sonoro, sacando las cosas de quicio, como hacen formaciones de metal acerado, sin ir más lejos, sus compis de Saratoga.

Uno para todos y todos para uno, “Llueva o salga el sol”, juramentados en la música con alma y la cultura que importa, se baten furiosos como mosqueteros del hard-rock que se resiste a morir, reivindicando a bandas como Dokken, Survivor, Rush… adalides de riffs luminosos que consiguen resucitar a los muertos y de las estructuras solidamente trabajadas en el local de ensayo. Para saltar los muros de ese “Campo de concentración” en el que se ha convertido esta corrompida sociedad, y al que rinden tributo en los punteos finales de “Un sueño cumplido”. Con muchas facturas impagadas a final de mes, como hipotecados seres que vagan en la neblina del deterioro social: Quijotes Eléctricos a los que cantaba Asfalto, hidalgos del rock’n’roll, en los que nos hemos convertido casi todos los resistentes en este desafortunado lugar. Sumar y multiplicar, para hacer piña, con numerosos guiños a bandas amigas como Sangre Azul en “Fuera de mi” y otras esencias que el público versado en la materia agradecerá un montón.

Rotos en “Mil y un pedazos”, al fin y al cabo, “Somos una misma voz”: “Mi padre dice que gane más. Mi novia dice que se quiere casar. Mi madre dice que no es porvenir, pero yo todavía sigo aquí. Luego un oasis, luego un desierto, al final, casi siempre un futuro incierto. Pero te juro que no hay nada mejor que la música y hacer el amor, todo el tiempo. Sueños de rock’n’roll, sueños de revolución…” cantaban magistralmente Julio Castejón, José Luís Jiménez, Lele Laina y Enrique Cajide allá por 1994 en aquel insuperable “Planeta de los Locos”. Mucho ha llovido desde entonces, pero la crisis existencial y de valores en el ser humano sigue siendo la misma. Como discípulos aventajados, este cuarteto de asaltadores de caminos infinitos recoge el testigo; “Nuevos tiempos, viejas costumbres”. El cyborg de la portada nos contempla con una mueca de escepticismo, en este Atlas de la desolación en el que estamos inmersos, pero con bellísimas melodías. “Amor eterno al rock’n’roll es nuestro juramento”. Amén.

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