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BOB DYLAN cumple 75 años: Nacho Vegas y Christina Rosenvinge hablan sobre el mito

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Este 24 de mayo se cumplen 75 años del nacimiento de un tal Robert Allen Zimmerman en Duluth (Minnessotta), un tipo que cambió el rumbo de la música popular, cuyo repertorio más temprano sigue vigente, y cuyos nuevos trabajos siguen manteniendo elevadísimas cotas de calidad. Es el cumpleaños de la que quizá sea la mayor leyenda viva que nos queda de la música popular.

Y para celebrarlo por todo lo alto, recuperamos esta charla a dos bandas que mantuvimos con dos de sus mayores seguidores en nuestro país, Nacho Vegas y Christina Rosenvinge, que nos cuentan lo que para ellos ha significado su obra.

Nacho, a pesar de “no tener ningún interés en conocer a Dylan, pues lo que me interesa de él, que es su música, ya lo tengo”, sí que conserva “una parte mitómana, que me ha llevado a leer mucho sobre él, y a interesarme por cosas de su vida desde muy diferentes puntos de vista. Me gustó mucho la autobiografía que publicó hace tres años, por la autocrítica a la que se somete continuamente. Me impresionó leer  acerca de “Oh Mercy”, que es uno de mis discos favoritos, porque él mismo decía que en el momento antes de entrar al estudio se consideraba un artista acabado. Pero supo reinventarse, y eso es lo que siempre ha hecho, crear un nuevo Dylan en cada disco, por eso nunca se puede decir que sea un artista que haya ido decayendo. Siempre va un paso detrás de otro, sin pararse. Newport no fue una ruptura, fue una evolución natural, aunque los integristas folkies quisieran apalearle y Pete Seeger, cortarle el cable de la guitarra”.

“Es un poco arriesgado decir esto, porque seguro que viene alguien a darme un capón diciéndome que hubo alguien antes que él”, sigue Christina, “pero creo que es el primer compositor de canciones que realmente hizo literatura. Elevó la escritura de canciones a un género literario, puedes entroncar su forma de escribir con la de los grandes poetas americanos. Todos perduran, no pierden vigencia”.

Cuando le preguntamos si le gustaría conocerle, Christina nos deja patidifusos: “Una vez le invité a una café”. La historia es de lo más cómica. “Le estuve persiguiendo por las calles de Sevilla, como cualquier fan pesada. Me crucé con él, que estaba dando un paseo, y estuve de escaramuzas un buen rato, en plan fan como te digo, de esquina en esquina, rollo “jo, ahí está, ¿le digo algo o no?», hasta que le vi entrar en una cafetería. Yo iba con Ray Loriga, nos sentamos en la barra de enfrente, y cuando vi que pedía café le dije a los camareros que lo pagaba yo, así que puedo decir que le invité a un café, ¡jajaja! Luego, su mánager, que veía que no parábamos de mirar, nos dijo que nos acercáramos y pude darle la mano y hacerle la típica declaración de amor de fan, en plan “has cambiado mi vida, te admiro tanto…”, ¡jajaja!

«Nunca me ha dado la sensación de estar cansado, de que hiciese las cosas por inercia, sin creérselas. Siempre está vivo» (Nacho)

Aunque en la larga trayectoria de Dylan hay cosas que le gustan “más y cosas que menos” Vegas no reniega de ninguna de sus etapas, “pues en todas encuentras algo interesante, cosas que tienen sentido, cosas que te hacen darte cuenta de que haga lo que haga, al menos siempre es consecuente con su compromiso. Nunca me ha dado la sensación de estar cansado, de que hiciese las cosas por inercia, sin creérselas. Siempre está vivo. Incluso su época religiosa, que siempre ha sido las más denostada, me parece maravillosa, aunque la descubriese más tarde”.

“Todo lo que ha escrito, incluida su etapa religiosa, es increíble –opina Christina-. Muchos artistas, creyentes o no, llegamos a coger inspiración de textos sagrados, porque la religión es algo que todos llevamos dentro. Las grandes historias de las diferentes religiones son historias que definen al género humano. Su brutalidad describe la evolución de la condición humana. Una carrera tan larga implica una búsqueda constante, le doy mucho valor a Dylan porque nunca se aburrió de sí mismo, su pasión por la música es muy transparente”.

Dylan ha inspirado infinidad de expresiones artísticas no musicales, como libros, cómics, pinturas, y no pocos documentales y películas. “A mí no me gustó demasiado “I’m not there” –dice Vegas-, no le encontré el punto porque las referencias a todos los personajes me parecían muy facilonas. No me gusta nada de lo que hace el director (Todd Haynes), pero pensaba que esta me iba a gustar más, pero no me resultó nada atractiva y las interpretaciones no me parecieron buenas. Sí pensaba que partía de una idea muy buena, y la vi con muchas ganas, pero me desilusionó muchísimo”.

No le ocurrió lo mismo a Christina, quien nos cuenta que la única pega que le encontró fue que “está tan hecha desde el punto de vista de un fan, que lo de utilizar en los diálogos las frases de sus canciones me chirría un poco. Entiendo que el entusiasmo te lleve a hacer cosas así en la película, pero queda demasiado “de fan””. Por lo demás, le gustó “lo audaz y abierta de miras que es al saltarse las reglas de la narración, y me encanta el desdoblamiento de Dylan en varios personajes, eso es una idea muy bonita. El disco que salió con la película también es una maravilla, hay versiones impresionantes, como la de Yo la tengo o Charlotte Gainsbourg”.

«En directo, yo desconfío más de alguien que es súper profesional, que siempre hace interpretaciones perfectas, que de alguien que cada día muestra una cara distinta» (Christina)

Otro tema para el debate es el de los directos de Bob Dylan, criticados y ensalzados casi a partes iguales. Algo lógico pues con él cada noche es diferente. “A mí me gusta mucho que lo haga de esa manera -asegura Nacho-, hace que las giras también sean interesantes para él. Aunque sí es verdad que para hacerte una idea de lo que es un concierto de Dylan, tienes que ir a verle 3 o 4 veces por lo menos, porque dependiendo de la noche que te toque te puede no llegar o te puede emocionar hasta el límite. Yo, en una ocasión le vi 4 fechas seguidas dentro de la misma gira, y fue la última la que más me emocionó. La primera me dejó un poco descolocado, porque cambiaba tanto las canciones que te costaba reconocerlas… pero incluso ahí disfruté, porque soy de la opinión de que como espectador, no hay que ir a que te lo den todo hecho, hay que tomar un papel activo en los conciertos, intentar meterte en su mundo y bucear en él igual que lo haces con un disco. Esto, con Bob Dylan hay que hacerlo para llegar a emocionarse de verdad”.

En este asunto, su ex coincide plenamente: “La primera vez que fui a verle me desesperé porque quería oír las melodías que conocía, y él las modificó completamente. Pero creo que alguien que lleva tantos años subiéndose a un escenario tiene derecho a hacer lo que le dé la gana, y a ofrecer las cosas del modo que quiera en cada momento. Yo desconfío más de alguien que es súper profesional y que siempre hace interpretaciones perfectas, que de alguien que cada día muestra una cara distinta, o que muestra las grietas de los años, del cansancio, o de lo que sea. Eso es la honestidad. Si eres fan de Dylan tienes que ir a muchos conciertos, y seguro que alguna te cambiará la vida”.

Ninguno de los dos artistas sabe decirnos con exactitud cuántas veces ha visto al señor Zimmerman sobre las tablas, pero ambos recuerdan con claridad la primera vez que le escucharon a través de los surcos. “Cuando tenía 16 años –comienza Vegas-, en mi grupo (Eliminator Jr., suponemos) hacíamos una versión de “Mr. Tambourine Man, pero hacíamos la de los Byrds. Como antes no había Spotify ni nada, me llevó un tiempo oír la original y me quedé muy sorprendido, el compás era diferente, las letras se las cargaba en la segunda estrofa… La de los Byrds era muy dulce, la de Dylan áspera, pero muy emocionante. Dylan no hacía las cosas bonitas, iba un paso más allá. Aun así se sorprendió al escuchar la de los Byrds, porque con ese 4X4 y esas guitarras de doce cuerdas, se dio cuenta de que sus composiciones también podían ser pop, o bailables”.

Christina era incluso más pequeña cuando los versos del songwriter divino entraron por sus orejitas. “Heredé un taco de singles en 45 revoluciones de mi hermana. Había muchas cosas variadas, y entre ellas Dylan. Recuerdo perfectamente el momento, tenía 12 años y ahora me parece muy interesante porque yo el inglés solo lo chapurreaba, y aun así, por su timbre de voz, por la urgencia con que cantaba, y bueno, también por las fotos de un boxeador negro al que le había pasado algo muy malo, entendí que estaba diciendo cosas muy importantes, que era una historia que trataba de justicia. Es curioso cómo la música trasciende los lenguajes, especialmente con Dylan”.

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