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TY SEGALL, Uno de los Nuestros (crónica del concierto en la sala But, 24/10)

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TY 1Al hilo del rollo peliculero, tenemos que decir que momentos antes de entrar a ver a este pedazo de cabrón, la excitación era tal que tuvimos que decirnos a nosotros mismos aquello de «no nos chupemos las pollas todavía». Los que llevamos lustros tratando de encontrar algo de garaje contante y sonante en el panorama musical que nos ha tocado vivir estábamos ante una de esas citas que, pese a la cómica presencia de personajes advenedizos (sí tú, modenno afiliado al rollo por una inercia aún en trámites de comprensibilidad), estábamos dispuestos a exprimir con tanta exigencia como adoración.

Primera visita del fuzz-man a Madrid (actuó en la Nasti en 2010) en la hostia de tiempo, 4 años en los que su parroquia madrileña (y diríase Ty2mundial) ha crecido exponencialmente gracias a un incontestable talentazo que sólo podía provenir de un lugar: la pura autenticidad. Ahora abundan los que intentan acoplarse a la ola garaje-punk sin un mínimo bagaje vital que dé credibilidad, apoyándose en un par de tópicos que cantan a leguas, y con los que no consiguen acercarse ni al sonido, ni a la calidad ni mucho menos a la actitud del rubiales y cía por más que lo intenten. ¿Por qué? Este chaval era adicto al «Everything went black», al «Ptooof!» y a los «Back from the grave» desde que era un crío. Punto y aparte.

Nosotros entramos justo en el comienzo de su show, pero por lo que nos han contado, nuestros viejos conocidos de Biznaga abrieron la velada con mucho arrojo y sin amedrentarse lo más mínimo por la bestialidad a la que teloneaban. Rápidos y a la yugular como un presa canario, dejaron el escenario (a él luego volvería su baterista para tirarse al público durante el estallido de locura que hubo una hora y pico después) para los franceses J.C. Satan, que a pesar de cumplir su papel sobradamente dejaron alguna diferencia de opiniones. Entonces salieron Charlie Mootheart, Emilie Rose, Mikal Cronin y Ty Segall, se enchufaron y… pim-pam-pum bocata de atún, que diría nuestro buen amigo Juanito Wau.

«Manipulator», «Tall man skinny lady» y «It’s over» menearon los cimientos de una petadísima sala But que no quitaba ojo a este portento al que desde ahora llamaremos Muay-Ty. Porque vaya rodillazos al pecho que son sus temas en directo, joder. «Feel» en disco mola mucho, muchísimo, pero delante de tus narices parece estar inaugurando una nueva era del rock’n’roll. Sus compañeros parecen quedarse muy a gusto en el segundo plano y apenas desparraman por el escenario. Siguen a su líder obedientes, atentos, muy atentos porque con este chaval nunca se sabe qué va a pasar. Como cuando poco después de «Thank God for Sinners» una chica decidió subir a las tablas: un segurata fue directo a por ella para echarla, pero entonces dejó de oírse la guitarra. Era Segall, reaccionando ipso facto y avisando, «ni se te ocurra tocarla». No sé qué hubiese hecho yo en ese momento si fuera el currante de la sala. Igual le suelto un tortazo por decirme cómo tengo que hacer mi trabajo. Pero el tipo miró al foso de alimañas sedientas de sangre que era el público y supo que moriría al instante si se ponía chulo.

La esperadísima «I bought my eyes» de «Slaughterhouse» fue la detonación definitiva del pogo salvaje en las primeras filas, y entonces llegó una de mis favoritas, «The Drag», que disfruté y registré para la posteridad justo debajo de Segall. Un vídeo que costó lo suyo grabar no sólo por los ty3kilotones de carne sudorosa que estallaban a mi alrededor, sino porque quería disfrutar del momento. Pero todo sea por vosotros, amiguetes. «You’re the doctor», «The faker», «The feels», «Don’t You Want To Know? (Sue)», «The Crawler» y el cierre con «i wear black» mostraban al artista de sueño húmedo que habíamos imaginado, duro como una piedra pero transparente como el agua, inalcanzable en su mojo de rock-star.

El penúltimo tema nos dejó una de esas imágenes que recuerdas para siempre. De repente, un chaval se sube al escenario y Muay-Ty le da su guitarra y le susurra algo al oído. Todos flipamos y nadie entiende qué está pasando. El chico, que si era mayor de edad debía ser desde la noche anterior, había estado todo el concierto mostrándole un papel a su ídolo en el que decía: «Déjame que toque «Girlfriend» con tu guitarra». Segall le contestó que más tarde le haría el honor, y acabó cumpliendo su palabra. El crío la tocó estupendamente, y estamos seguros de que esa noche folló bien y mucho si tenía allí a su chica para dedicársela. Mientras, la stage-invasion se desataba y Ty aprovechaba para tirarse al foso con sus fans. Aquí tenéis el vídeo, que lo explica mejor que cualquier descripción. Viviendo bajo los preceptos de la espontaneidad, de la naturalidad en la improvisación punk como ha vivido toda su vida este artista, no extraña nada que le diese por conceder el deseo a su seguidor así, sin pensárselo dos veces. Si sigue colocándose él mismo los micros en cada concierto, coño…

El garaje-punk, el rock’n’roll, la psicodelia… todas esas sonoridades que tanto nos gustan, él es el que mejor las aúna ahora mismo (con permiso de su «Mariscal» John Dwyer). Es el tipo que andábamos buscando. No lo eran, por el contrario, algunos tonainas que había entre el público, a los que no parece entrarles en la cabeza que a estos conciertos se viene a sudar birra y a llevarse algún codazo. ¡La próxima vez quedáos en casa escuchando a Arcade Fire, hombre ya!

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