Un cowboy a lomos de la épica (crónica del concierto de JOHN FOGERTY en Ávila)

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Cuando John Fogerty por fin se decidió a visitar España y actuó en los Veranos de la Villa en 2009, el público no se podía creer lo que estaba viendo y escuchando. El antiguo líder de la Creedence Clearwater Revival estaba en un estado de forma sorprendentemente colosal, su guitarra y su voz sonaban exactamente igual que en aquellos discos de leyenda, todo estaba donde tenía que estar y para colmo el repertorio no obvió ni un sólo hit. El éxito de aquella noche fue de boca en boca y los que no acudieron a la cita se prometieron a sí mismos no volver a perdérselo si se presentaba otra oportunidad. Cinco años después, más de 12.000 personas se reunieron frente al escenario del festival Músicos en la Naturaleza para escuchar al viejo cowboy y la historia se repitió: una apoteosis de rocanrol sureño recorrió la pradera de Hoyos del Espino a lomos de la épica de la nostalgia.

La fiesta comenzó a las ocho de la tarde con la primera telonera, Rebeca Jiménez, y cuando la noche caía subió al escenario el madrileño Rosendo Mercado, que movilizó a muchos cientos de personas que fueron a verle expresamente a él. Después de algo más de una hora de idas y venidas a lo largo de las cuatro décadas de carrera de Rosendo, el concierto terminó con el mítico «Agradecido» resonando en las gargantas de miles de fieles completamente entregados.

Y entonces llegó la hora de Fogerty. Un rugido salió del público cuando el rubio, tan recio como en las fotografías de los sesenta, subió a las tablas y saludó con la misma mano con la que segundos después atacaría «Tavelin’ Band». Tanto él como su banda desprendían pura energía, una fuerza arrolladora que se convirtió en un huracán al empezar a sonar el siguiente tema, un icono total como «Green River». Abrazos, risas, saltos de pura euforia, los fans lo pasaban en grande mientras otros no perdían detalle con sus móviles.

Fogerty llevaba décadas sin tocar los mayores éxitos de la Creedence por un conflicto con su discográfica que acabó en los tribunales. Cada vez que tocaba uno de ellos en directo, era la compañía la que se embolsaba la mayor parte de los derechos. Hubo que esperar largo tiempo para que este secuestro terminase y joyas como «Born on the Bayou», «Who’ll stop the rain» o «Midnight Special» volasen libres de nuevo. Y qué manera de volar. El arrojo con que Fogerty defiende sus obras cuarenta y tantos años después de concebirlas es la mejor manera de demostrar que efectivamente eran suyas y sólo suyas. Encadenadas una tras otra, sin respiro, casi al estilo ramoniano, «Mystic Highway», «Lookin’ out my backdoor», «Susie Q» y «New Orleans» subieron la adrenalina en el ejército de fans, que vivieron una noche casi perfecta, ya que las colas para comprar bebida o comida eran infernales (por no hablar de la prensa, a la que se sigue maltratando en este evento). Sin embargo, ante la clase magistral de Fogerty, que regaló un final para el recuerdo con «Fortunate Son», «Rockin’ all over the world», «Bad Moon Rising» y «Proud Mary», sólo queda quitarse el sombrero y alegrarse de no haber perdido otra oportunidad de encontrarse cara a cara con un maestro de los que cada vez quedan menos.

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