HOWE GELB: «Los que escuchan música sólo en streaming no están viviendo la vida intensamente»

por

HoweGelbSi Howe Gelb ahora saborea el éxito es sólo por su enorme talento, pues él poco más ha puesto de su parte. Liberado de la carga de la ambición, atado a una singularidad de necesidades materiales austeras, casi de trotamundos, dueño de sí mismo y de nadie más, el song-writer de Pennsylvania es de todo menos carnaza para la industria. Un tipo que no gusta de exhibirse demasiado, si acaso en contadas entrevistas, y que no hace más que grandiosas canciones cuando quiere comunicarse de verdad. «Te aseguro que no tengo ni idea de cuánto gano al mes con la música, ni de Spotify, ni de cualquier otra fuente».
Lo que en otro artista sonaría a chifladura o impostura, en Gelb no puede ser otra cosa que la pura verdad. Se diría que él, un veterano que empezó en este negocio allá por finales de los setenta, es uno de esos viejos sabuesos a los que les HoweGelb2cuesta familiarizarse con términos como streaming o crowdfunding. Y, bueno, algo de resquemor hay en su opinión sobre las nuevas formas de hacer y escuchar música. «La evolución es algo bueno. El streaming está bien, pero si la gente no compra en CD o vinilo lo que descubre gracias a él, bueno… no están viviendo la vida intensamente. Se están engañando a ellos mismos, no al artista».

Su carrera no es de las que llaman «meteóricas», pero ha gozado de gran fertilidad y mucho respeto de la crítica y de sus colegas de profesión. Entre sus trabajos en solitario, con Giant Sand (la banda que le dio popularidad), Arizona Amp and Alternator y The Band of Blacky Ranchette suma medio centenar de referencias, ahora culminadas con «The Coincidentalist» (su segundo album este año), una grabación realmente espléndida, variada, infecciosa, dotada de la más fina ironía, probablemente una de los mejores de su discografía, cuya lírica gira en torno a las coincidencias y al uso que de éstas podemos y debemos hacer. «Coincidentalista es aquel que observa las coincidencias y sabe utilizarlas para su beneficio», explica el autor, que curiosamente enfiló el arranque de su vida artística gracias a una «casualidad». A principios de los setenta, una gran inundación arrasó su casa en Pennsylvania, «pero no fue una tragedia, fue algo bueno». Debido a aquel desastre su familia se mudó a Tucson, Arizona, «y allí mi padre se casó por segunda vez, y yo empecé mi trayectoria musical. El destino sabe lo que hace».

A través de este curioso concepto de la coincidencia, Gelb ha encontrado un camino para sus canciones que le ha dejado satisfecho. «Amo este disco, de otro modo no te hubiera dejado escucharlo. Tengo curiosidad por saber cómo lo veré dentro de un tiempo. Es interesante cómo las canciones se convierten en nuevas realidades años después de ser escritas… por eso hay que tener tanto cuidado con lo que se cuenta en ellas». Tras publicar en primavera Dust Bowl, en el que trabajó «en una gran soledad», para esta nueva entrega se ha rodeado de un considerable número de músicos entre los que destacan las colaboraciones de Will Oldham (Bonnie Prince Billy) en «Vortexas» y de la escocesa KT Tunstall en HoweGelb3«The 3 Deaths of Lucky». «No tracé un plan de trabajo. Simplemente dejé que las cosas fluyeran, como un espectador, sintiéndome cómodo con la improvisación. Como buen coincidentalista he aprendido a leer las coincidencias, ellas te lo revelan todo».

La profunda comprensión del leitmotiv de este disco (que presenta el día 14 en el Teatro del Arte de Madrid, y se publicará el 5 de noviembre) le ha dado a Gelb nuevas herramientas para enfrentarse a los contratiempos. Y es que una hábil lectura de las coincidencias, dice, «puede sacarte del peor de los atolladeros». Ya lo demostró en La Noche Blanca del Flamenco de 2010 en Córdoba, donde miles de puristas del flamenco abuchearon su ecléctico show junto a Raimundo Amador. «Imagino que sabes lo que es el duende. Hay que ser paciente con él, puede ser como un niño fuera de control. Pero como padre, entiendo su esencia y su belleza. Aquella noche, cuando los rednecks (paletos) flamencos nos pitaron, sentí que la situación se iba de control y me fui del escenario. Pero Raimundo los desafió y siguió tocando blues, así que volví, y decidí utilizar los silbidos para combinarlos con los tonos de mi guitarra. Fue como una tormenta perfecta, fascinante. Puro duende. Al terminar, Raimundo y yo nos acercamos al micro, todavía bajo los abucheos, y nos despedimos cantando el último verso de aquella canción de The Doors, «Riders on the Storm… Riders on the Storm»…

PUBLICADO EN EL CULTURAL DE ABC

Tags:

Deja una respuesta