Crítica – LA FUGA «Más de cien amaneceres»

por

fugaGénero: Rock
Sello: Produlam Records / Warner Chappell
7/10

El cuarteto de Reinosa presenta su décimo álbum, un plástico con la suficiente inspiración  para mantener la categoría en la primera división del rock estatal, tras jugar algunos años la ‘Champions League’ del rocanrol en la lengua de Cervantes.

Comentábamos en estas mismas páginas a propósito de su anterior entrega “Raíces” (tras la escisión habida en la banda, ya sin Rulo en sus filas) que el grupo mantenía la energía suficiente para mantenerse en lo alto unos años más, así como la coherencia de seguir por unos caminos musicales que les habían granjeado excelentes resultados en la senda del rock norteño esbozado por los primeros Barricada o los bilbaínos Platero y Tú. La inercia positiva se mantiene en estas once nuevas canciones así como el trabajo de currarse la profesión desde abajo, de batirse el cobre, trabajándose los garitos a la vieja usanza. Carretera y manta, y muchos kilómetros a sus espaldas. Tras “Más de mil amaneceres” al pie del cañón, cambia la producción (Iker Piedrafita de Dikers se hace con los controles en su pequeño y coqueto sótano de Artica) y apenas se nota, pues el combo sigue manteniendo el mismo estilo.

Bueno, hay un pequeño capítulo donde sí se nota el presupuesto, y es en la masterización. Ya sin el paraguas de la multinacional Dro /Warner (si bien continúan ligados a través de la editorial Warner Chappell), esos ligeros detalles que a veces pasan desapercibidos para el oyente menos avispado, se cuelan esta vez entre los surcos del plástico. El caso es que si uno prueba a poner el disco al máximo volumen, el resultado es que distorsiona un poco. Y en ese aspecto sí que se notan los pequeños y medianos presupuestos en esto de la música. No en vano, sus paisanos Marea eligieron a Mike Fraser (AC/DC, Aerosmith) para llevar a cabo tan delicada tarea y eso que Kolibrí Díaz es un reputado productor de primera categoría.

Dejando de un lado los semblantes técnicos más picajosos (que solo apreciamos los sibaritas) y yendo estrictamente a las canciones contenidas en el álbum, tonadas como “Lunes de olvido” (sin duda la composición más resultona, primer single a la postre), “En los huesos”, “Ser yo mismo”… harán las delicias de la parroquia habitual, unas perlas que continúan por la senda escapista homónima, a las que se suman las electroacústicas “Maldita” (con un aire a “Malas noticias” de Los Suaves, pero con una temática bastante alejada: las ruinas que a veces dejan la noches bañadas en humo y alcohol) y “La trastienda”, mostrando el lado oscuro de una industria (y por extensión de una sociedad) que no pasa por sus mejores momentos. Y para que no falte de nada, una rumbita sui-generis, “Camarote”, cuyo ritmo contagioso nos trae a colación aquella “Heroína” que cantaban Los Calis y versioneaban nuestros protagonistas en su quinto elepé “Negociando gasolina”.

De este modo, como un gato panza arriba haciendo pasos de baile “En el tejao”, transcurre “A quemarropa”,  un disco de amena y fácil escucha, que seguro dejará contentos a los fans de toda la vida, tras “Un año de resaca” y “Mas de mil amaneceres” exprimidos al máximo. Aunque no coticen al alza en la bolsa del Rock’n’Roll, ¿sumarán con esta entrega nuevos adeptos a la causa?. Como siempre, el tiempo dará y quitará razones, dictando (una justa?) sentencia.

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