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Virtuosismo folk contra la dictadura del hit (crónica MARK KNOPFLER en Las Ventas)

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Cuando el viernes acabó el concierto de Mark Knopfler en la Plaza de Toros de Las Ventas, había dos bandos diferenciados en el público. Por un lado, los que disfrutaron como enanos del detallista «fingerpicking» del escocés, y por otro, los que, ilusos ellos, esperaban una velada de grandes éxitos de Dire Straits. De su vieja banda sonaron pocos, muy pocos hits, y no los grandes. Nada de «Sultans of Swing», nada de «Money for nothing»… y es que el escocés no las ha tocado en toda la gira. No le apetece.
Si debía o no hacer ciertas concesiones a un público familiar como el de ayer, con padres que llevaron a sus hijos a ver a ese tipo que tan locos les volvió de jóvenes, es algo que queda como objeto de debate. Pero lo que sí es cierto es que lo que tocó, lo tocó a las mil maravillas.
La cita pintaba casi histórica antes de que empezara el recital, con unas colas enormes en los aledaños de la plaza, y con el público que ya había accedido haciendo olas y aplaudiendo para que saliera el astro de la guitarra. Cuando la cosa llevaba veinte minutos de retraso, un speaker anunció la salida a escena del artista y la audiencia rugió de entusiasmo.

Knopfler apareció con su Fender Stratocaster rojiblanca para dar los primeros compases de «What it is», y las palmas empezaron a resonar en el coso. La gente estaba muy animada y le dio un gran recibimiento que él agradeció antes de pasarse a una Danelectro, y después a una acústica, luego a una Les Paul, un dobro… todo una colección de guitarras desfiló por el escenario mientras iban sonando temas menores de su repertorio como «I dug up a diamond», pero como decíamos, ejecutados con una exquisitez abrumadora. Y muy bien entonados por una banda de contrabajo, batería, violín, flauta travesera, gaita… todo muy folkie.
Justo cuando parecía que cierto silencio se apoderaba de las gradas (en la arena también había butacas), el concierto empezó a ponerse bluesero y el famoso estilo «sin púa» de Knopfler hizo estallar los primeros «oeee, oe, oe, oeee» en el público. Un coro que, por cierto, Knopfler y su banda acompañaron con mucha gracia, en una suerte de jam improvisada con sus fans.

Tras una «Gator Blood» que evidenció una vez más que la voz de Knopfler, según se va haciendo mayor, es cada vez más parecida a la de Dylan, sonó «Postcards from Paraguay» y poco después el público ya se estaba levantando para ocupar el foso frente al escenario. Parecía que al final llegaba la apoteosis, que ahora sí sonarían esas melodías tan esperadas por todos, pero la nostalgia sólo dio para unas «Romeo and Juliet» y «Going Home» que desataron gritos de euforia, pero que dejaron con muchísimas ganas de más a casi todos.

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