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La Desventura de MANU CHAO (crónica del concierto en Madrid, 17 mayo)

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3Hacía más de diez años que el artista hispano-francés no actuaba en Madrid. En concreto, desde aquel jueves 28 de agosto de 2003 donde cuajó un recital en loor de multitudes en el Palacio de Vistalegre junto a Fermín Muguruza, mostrando las virtudes de Radio Bemba Sound System al completo, ilustres trotamundos de la fusión alter globalizadora. Tras varios intentos, cercenados por los de siempre, una década después, esperábamos como agua de mayo el recital del autor de “Clandestino”, uno de esos discos redondos de verdad, obra maestra que inspiró a toda una generación que vino después.

2Teloneado por Tomasito y Zulú 9.30, Manu Chao compitió ese día contra el mal tiempo y contra el fútbol, la final de Copa entre los dos conjuntos madrileños por excelencia, por lo que la organización, con buen criterio decidió que su descarga comenzara a medianoche. Con Rivas en fiestas y el Recinto Ferial poblado de casetas y peña, en la carpa principal los aficionados al balompié pudieron disfrutar de una final muy emocionante, con resultado incierto, que se resolvió en la prórroga a favor del equipo colchonero, mientras los teloneros iban calentando el ambiente en el Auditorio Miguel Ríos, con muy poca gente en esos momentos.

Una vez terminado el fútbol, la cosa fue harina de otro costal y 25.000 personas abarrotaron el recinto para contemplar el esperado bolo que el propio Chao bautizaba como “La Ventura”, a saber, su actual gira con una banda de acompañamiento, compuesta por los inasequibles al desaliento Majid Fahem a la guitarra, Jean Michel Dercourt al bajo y David Bourguignon a la batería, que llevan toda la vida al lado de Radio Bemba.

En formato cuarteto, sin aditivos ni colorantes, Manu Chao se lanzó al ruedo en medio de un tiempo desapacible, con escasos cinco grados en el termómetro y lloviznando en varias fases del evento. Como era de esperar, euforia entre la concurrencia y baile desaforado durante casi toda la velada. A destacar la importancia de Majid Fahem como timonel a las cuerdas y de Jean Michel Dercourt como director de orquesta, lanzando samplers a tutiplén durante todo el recorrido, en especial, las sirenas en medio de la noche (ya sabemos que vivimos en un estado policial, no hace falta que lo subrayen tanto) y la de Tarzán, como grito sordo en medio de la selva.

Sin sección de vientos ni teclados, Manu Chao se presentó como Gary Cooper en “Solo ante el peligro” y resolvió la ecuación con un concierto de pura patchanka, chaodemasiada a los ojos de este humilde cronista. Si hubiera que hacer un resumen rápido del encuentro, habría que destacar que sobró pachanga y que faltaron canciones. Fuimos testigo de su versión más populista para contentar a una audiencia ávida de sensaciones fuertes y bastante ‘cocida’, en líneas generales, que combatió el frío reinante a base de baile pegajoso, vino-gas y empellones por doquier.

A pesar del buen comienzo (“El viento”, “Se fuerza la máquina” de Gato Pérez”, “Por el suelo”…) pronto visualizamos que el recital no iba a dar mucho de si pues no terminaba de arrancar y las canciones eran eclipsadas constantemente por la pachanga, por el barullo y el constante canto de guerra: “Guoooyoooo, Guayayayoooo” que resonó durante toda la noche. Quizás solo se salvó el ecuador con unas interesantes “Desaparecido” (dedicada al Frente Polisario saharaui), “La vida tómbola”, “La Primavera”…Y lo peor de todo fue la caótica estructura del paseo: a la hora y cuarto se despidió del respetable para luego hacer innumerables bises, mientras la parroquia se batía en retirada a partir de las dos horas de quermés.

En el tramo final sonaron las esperadas “Clandestino”, “Bienvenido a Tijuana”, “Mentira” y una pálida “Mala vida”, casi irreconocible sin trompetas ni arreglos. En total, facturó dos horas y cuarenta y cinco minutos de estéril demostración, con una media hora final muy cargante donde invitó a Amparo Sánchez a dejar su pequeño granito de arena. Demasiados tumbaos, vacua fiesta tabernaria que no tuvo el anclaje de canciones con mayúsculas que sostuvieran un entramado hueco desde el principio. Solo hubo pequeñas pinceladas del arte que atesora Manu Chao. El resto fue colorín, pingajo y euforia conservada en vapores etílicos. Que pase pronto la gota fría.

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