PONY BRAVO, raquetazo y smash en Joy Eslava (Crónica de su concierto del 16 nov.)

por


La noche caía mientras nos frotábamos las manos con el segundo concierto de Pony Bravo en Joy Eslava en un año, una segunda cita sin nuevo disco -aún- entre manos pero sí algunas sorpresas Unos chavales pintarrajeados con relámpagos y demás parafernalias abrieron la noche con buenos guitarreos y una puesta en escena de lo más glammy. Kitai se llamaban, y tras dejar un buen sabor de boca gracias a una buena cantidad y calidad de sangre en las venas, se retiraron a eso de las 9 para abrir hueco a los protagonistas sevillanos.

Con el sonido bastante mejor conseguido que la anterior vez, entramos en calor primero fusionándonos con el campo y siendo la voz de ese hacha que en ocasiones parece tener el piloto automático dirigido a los más indefensos y desprotegidos. Ese hacha que maneja el superbroker a su antojo mientras los demás podemos hacer poco más que mirar y contemplar cómo esto no se encamina a nada que sintamos como necesario. Pero entonces los chicos de Pony Bravo nos recordaron desde las tablas que siempre quedarán las ninjas de fuego, que iluminan nuestras noches y nos hacen mirar al mundo de una manera más amable.

El pánico llegó a la sala, que no al bungalow, a través de esa himnótica melodía por la que transcurre «Noche de Setas», auténtico hit de los Pony. Y es que estos tíos saben muy bien lo que hacen, y aunque puede que ni ellos sepan verbalizar muy bien cuál es su secreto, probablemente ahí esté su magia.

Con el concierto ya rodando imparable, el cantante nos hizo descojonarnos con su plan nocturno en Eurovegas, ese miedo y asco que esperemos no llegue nunca, o sí. Y la noche deparó más sorpresas,  gracias a su versión de Devo, «Whip it», y a la tan esperada (con esta, la sorpresa fue el año pasado) y hip-hopero-corrosiva «DNI», que pronto se convertirá en cante para las juergas de amiguetes.

De repente todos nos sentimos seguros al atisbar que se asomaba el guarda forestal, aquel que conoce bien la verdad y sabe dónde estás tú aunque tú no lo sepas bien. Nos asomábamos al final de la velada entre mangostas y olivos, cuando nos chocamos de frente con la Rave de Dios y volvimos a ser niños. Más que satisfechos con los raquetazos de talento y el smash final, buscamos refugio de los rayos bravos en nuestra trinchera. La Trinchera del Amor.

Por Nicolás Serrano

PD: No se pierdan en nuestro canal de YouTube las imágenes de su concierto anterior, así como la entrevista que les hicimos y otros vídeos del bolo de Fiera, su proyecto paralelo.

Deja una respuesta