NAJWA NIMRI: «Lo que más valoro de este país es lo jondo, lo que tiene que ver con el sentimiento»

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A pesar del titular, y de que se trataba de una sesión de promo del nuevo disco de la artista pamplonica, esta entrevista salió poco musical. Lo cual a veces es de agradecer, en realidad. Caminando ahora de la mano de Raúl Santos, Najwa Nimri vuelve a experimentar con la electrónica en «Donde rugen los volcanes», un ejercicio de imaginación que comenzó su vida en directo con un llenazo absoluto en Joy Eslava hace sólo unas semanas…

– La presentación gratuita en la Joy desbordó todas las previsiones.
– Sí, la cola llegaba hasta Sol, y me puse nerviosa porque no me lo esperaba. Se suponía que iba a ser un experimento porque era el primer bolo, no había salido el disco… En fin, que me contrataron para un show case de Vodafone con MySpace, y lo pagaban muy bien viniera o no mucha gente, así que acepté. Con el dinero podía pagar a todo el equipo y el montaje de luces que quería. Me parecía una oportunidad que no podía rechazar, y estupenda para poder empezar a preparar el resto de conciertos de una forma holgada.

– ¿La sorpresa del llenazo afectó al concierto?
– Afectó a cómo me tomé el resultado del concierto. Me explico: me encantó que se llenara la sala porque además, el concierto no era exactamente gratis. Para acceder había que hacer varios pasos de registrarse aquí y allá en páginas de internet, y al final hay gente que prefiere soltar 10 euros antes de marearse. Total, que la sala se petó hasta arriba -literalmente, tuvieron que habilitar la planta superior-, pero lo malo es que lo que iba a ser una toma de contacto entre nosotros, fue un estreno en toda regla. Un estreno no planeado, y los estrenos mola planearlos.

– Y claro, hubo alguna cosilla por ahí…
– Había muchas cosas que no estaban cuadradas: yo me quedaba demasiado sola en el escenario, había luces que no abarcaban lo que tenían que abarcar, pero claro, no se podía pedir más. Todo esto, cuando llevas un show electrónico, programado, es difícil de llevar. Cuando vas en plan rockero la magia surge en el escenario y se puede improvisar más. Fue bien, pero no acabó de cuajar del todo. Al menos en mi opinión. Creo que la gente disfrutó, no fue un mal concierto ni mucho menos, pero no fue exactamente como yo quiero. Nos tenemos que juntar más en el borde del escenario, se nos tiene que ver más, etc…

– Creo que el concepto del sonido de este disco parte de una imagen mental, ¿no es así?
– Es, por desgracia, un disco bastante mental.

– ¿Por qué por desgracia?
– Porque lo que yo más valoro de este país es lo jondo, lo que tiene que ver con el sentimiento. Es lo que más me llega y lo que más me creo, pero no es lo que hago. Lo puedo imitar, pero no me sale de forma natural. A veces me brota en un momento determinado, pero no dura. Yo, si quiero escuchar una voz que me impresione y me inspire algo, no me pongo electrónica, me pongo soul. Volviendo a la pregunta, el disco parte de una imagen como de ciencia ficción, la imagen de un nuevo mundo recién creado.

«En nuestras vidas hay algo que va mal, pero a niveles catastróficos. Y no hablo de dinero. Hablo de respirar. No veo que la gente respire»

– ¿Surgió esa imagen en uno de esos momentos de vigilia, en los que hay que levantarse a escribir la idea?
– Yo es que ya vivo en un estado bastante permanente de vigilia, no acabo de saber muy bien si estamos dormidos o despiertos. En este matrix en el que vivimos, y perdón por la jerga pseudomodernista, si al final del día descodificas todo lo que te ha pasado, te das cuenta de que cada vez es todo más extraño. Tengo una creciente sensación de desapego con todo lo que me rodea, y creo que si me está pasando a mí le tiene que estar pasando a mucha gente, porque yo hago lo que hace todo el mundo, mi vida no es nada extraordinaria.

– La verdad es que parece que todo está fuera del menor control de la lógica.
– Hay algo que ya no funciona, pero a unos niveles catastróficos. Yo intento ceñirme a controlar mi vida, y me controlo porque tengo un hijo. Muchas veces no soy capaz de templarme, me cabreo mogollón con la falta de vías de escape ante tanta miseria y perversión a tantos niveles. Tener un hijo ha sido mi salvación.

– Veo no eres una «ignorante feliz», como diría aquel.
– Pero cómo duele, ¿eh? Es increíble lo maravilloso que podría ser el mundo, y la mierda que hemos conseguido crear, ¿cómo es posible que nuestras vidas sean tan lamentables? Estamos permanentemente dando vida a este ciclo perverso, que vemos día a día y engullimos como animales de corral.

– ¿Tendremos lo que nos merecemos? Al final todo se basa en nuestro consumismo esquizofrénico, en las necesidades creadas, en que hablamos de revolución tal, o cambio cual, y al día siguiente vamos a comprar un iPhone. Y un sistema que te proporciona iPhones probablemente sea fruto de una injusticia inherente.

– He llegado a un punto en el que no puedo pensar en masas, es decir, no puedo pensar políticamente, no sé cómo funciona nada. Sólo sé lo que me sienta bien, y a mi hijo. Desde que nació he aprendido a relativizarlo todo, ha sido una bendición, y lo digo de todo corazón, porque sin él estaría perdida. Ahora sé que lo que le sentaba bien a mi madre, a mi abuela, es lo que me sienta bien a mí. Estoy leyendo sobre las posibilidades de una revolución de las energías renovables, y es muy interesante porque cambiaría las cosas no sólo a nivel ambiental, sino político y económico, al ser fácilmente descentralizable y dar opciones de autonomía. Por algún camino de estos tiene que empezar a haber un atisbo de luz, de que las cosas no estén hechas como el culo desde la raíz. Porque si no, esto se acaba. Esto es muy urgente. Y te habla alguien que no vive rodeada de pobreza, yo tengo amigos con sueldos muy potentes, pero ni uno sólo de ellos se libera del estrés, de la angustia que se extiende por todas partes. Ya no estoy hablando de dinero, sino de respirar, tío. De respirar… No veo que nadie respire. Bueno sí, un día te vas a un concierto con los amigos y ¡uuuueeeee! respiras y te sientes feliz durante un rato. Sí, sí… un pico de felicidad, pero luego veo bajonas monumentales. No hay un mínimo equilibrio.

– Nos hemos puesto demasiado racionales para una entrevista musical me parece…
– Mira que odio ponerme densa, pero hay temas que si salen, te sientes obligada a rechazar el escapismo.

– No tan densa como cualquier político, eso te lo aseguro. Para terminar con otro aspecto de tu nuevo trabajo: en el concepto del disco hablas de la idea de los volcanes como una especie de «stargate» hacia otros mundos. Esa idea quedaría chulísima en cualquier mitología, ¿viene de alguna en particular?

– Me hablaron de esa idea un día, en la típica conversación en no sé qué momento (risas), y me decían: «claro tía, cuando un volcán echa lava, es porque está conectado con el Sol, y la materia está viajando a través del espacio y bla bla…». Y yo: «¡totalmente de acuerdo tío!». En en ese momento me sonó súper lógico, muy convincente, ya te imaginas cómo estábamos… Y desde lo lúdico fui fantaseando con ese hilo conductor. El enlace entre las estrellas y la Tierra son los volcanes. Como idea me pareció perfecto para continuar después de «El último primate».

– Tu discografía ya va siendo abultadita… ¿te sientes consolidada en esto de hacer música?

– Cuando llevas desde los 19 años viviendo de esto, pese a la incredulidad de algunos y a la credulidad de otros, llega un momento en el que te das cuenta de que el reconocimiento que buscabas al principio, termina dándote exactamente igual. No pienso en ello, de verdad.

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