Crónica – ARCTIC MONKEYS en el Palacio de Deportes (27 enero, Madrid)

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Arctic Monkeys, precoces veteranos

Las virtudes de estos chicos británicos pueden equipararse a las de otros geniecillos de la música que vivieron el lado salvaje de la vida en los sesenta y sacaron puro arte de ello. La diferencia es que los monos árticos no se encuentran inmersos en ningún movimiento en ebullición, no pertenecen a una nueva ola de nada, a una de esas escenas en las que la rivalidad espoleaba los talentos hacia el infinito. Quizá en esas condiciones su instinto se afilaría aún más, pero incluso en esta coyuntura ellos solitos han marcado una época, con sus discos y con conciertos como el de ayer, un ejercicio de profesionalidad quizá algo mecánico, y probablemente no el mejor de su historial de visitas a Madrid, pero al que no se le pueden poner peros. Arrancaron con «Don’t Sit Down ‘Cause I’ve Moved Your Chair», single de su nuevo disco, «Suck it and See», y enseguida se apreció que a los fans les ha gustado más que el predecesor, el denso «Humbug».

Recuperado el pulso rockero, recuperado el entusiasmo en la audiencia. Eso funciona así. Y no digamos cuando los Monkeys desempolvan alguna canción de sus dos primeros discos, sendas joyas del primer rock de este siglo. “Teddy Picker” fue la primera que sonó ayer, y las 14.000 almas que había frente a ellos se vinieron arriba como si estuvieran despendolados en un festival veraniego.
Algunos preferirían que la llama de aquel ímpetu juvenil de sus inicios siguiese encendida, pero la banda tenía que crecer algún día y probar cosas nuevas, como el tercer tema de anoche, «Crying Lightning». El dramatismo recogido en las influencias de artistas como Richard Hawley es manejado por el cuarteto con soltura y eficacia, resulta verosímil. Pero no es lo que mejor sabe hacer, y he ahí su valentía.
Porque en su primera etapa, la hipervitaminada, eran los números uno en eso de hacer canciones rematadamente divertidas. “I Bet You Look Good On The Dancefloor”, su primer gran pelotazo, estuvo ahí para demostrarlo una vez más en vivo y en directo. Eran los mejores en algo, y se han atrevido a abandonarlo.

Por eso tiene aún más mérito que también hayan crecido en seguidores. Cuenta la leyenda que actuaron en la sala Moby Dick cuando nadie los conocía. Años después, regresaron para reventar La Riviera. Su último concierto fue en el Palacio Vistalegre, y ayer casi llenan el Palacio de Deportes. Y no con unos fans cualquiera, no. Allí todos conocían la melodía de “Evil Twin”, cara B de un 7 pulgadas que anoche dio paso al gancho de izquierda de su nuevo disco, “Brick by Brick”. Toda una pieza de rock de lujo.

En la recta final dominaron los clásicos: la palpitante “This House Is A Circus”, la contenida y genial “Do Me A Favour” y el despiporre general con “When The Sun Goes Down” cerraron el recital entre gritos de euforia. Pero lo de los bises fue algo mucho más espectacular. Tras la obligada “Suck It and See”, el pabellón se vino abajo con dos de esas píldoras que sólo ellos saben sintetizar, sus baluartes “Fluorescent Adolescent” y especialmente “505”, en la que contaron con su telonero Miles Kane, un tipo con una propuesta tan similar que ellos mismos han dicho que “si Miles quisiera, estaría en Arctic Monkeys”. No fue su mejor interpretación del tema, pero aun así, sus cánticos volvieron a convertirse en una especie de ritual catártico para sus seguidores, uno de esos que dan sentido a todo esto de la música. Ahí es cuando uno se pregunta si su ansia de búsqueda germinará en algo igual de irrepetible, si su veteranía, frente a su espontaneidad original, volverá a dar con la tecla de lo inimitable, de lo que perdura.

(Publicado por Nacho Serrano en Diario ABC, el 28 de enero. Fotos EFE)

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