Crónica – Festival Azkena, diez años de rock de lujo

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Una grandísima edición, eso es lo que ha sido el décimo aniversario del Azkena Rock Festival (ARF), que ha batido este año su propio récord de público recibiendo a 55.580 personas durante sus tres días de conciertos celebrados el pasado fin de semana, 11.147 más que el año pasado. Y es que, incluso con actuaciones rodando, la carpa de bodas rockeras, el casino y los puestos de merchandising y discos estuvieron casi en todo momento repletos de gente. Además, otras 3.000 personas más se han dado cita en los actos paralelos organizados con motivo del décimo aniversario del festival, con lo cual la cifra total ha superado las 58.000 personas.

La única pega del festival, la caída de Danzig del cartel en el último momento, siguió coleando durante el festival, pues las malas lenguas aseguraban que LastTourInternational, la promotora del evento, confirmó su presencia cuando aún quedaban algunos flecos por negociar. Sin embargo, LastTour ha desmentido esta información a HRB de forma categórica.

Pero eso es lo de menos, pues el recinto de Mendizabala fue una orgía de rock de lujo durante tres días y tres noches que quedarán para el recuerdo. También se nos quedará bien grabadita la ocurrencia del Ministerio de Obras Públicas o de la institución responsable de que la autovía A-1 estuviese en obras durante el puente del Corpus, lo que derivó en un viaje de 7 horas desde Madrid. Pero al llegar a esa colina situada sobre el recinto, donde acampan los arfers (¿estaba inventado?), en la cabeza sólo brotan las ganas de juerga.

Black Country Communion, el primer concierto que pudo ver algún miembro de la tropa HRB, dieron una lección de hard-rock, pero hard, hard, con un Glenn Hughes que sorprendió a muchos por su (todavía) consistente chorro de voz. The Cult dejaron un gran sabor de boca sobre todo a sus fans, si bien es cierto que en otras ocasiones su directo no ha gozado de tanta solvencia como para haber llegado con demasiadas expectativas. Pero lo bordaron, dentro de sus ya mermadas posibilidades. Poco después, llegaría el que ha sido uno de los tres mejores conciertos del festival para muchos, el de Rob Zombie. Su magistral puesta en escena, con monstruosos (en todos los sentidos) decorados y un despliegue sonoro para volar cabezas, dejó alucinada a la parroquia desde el primer momento. Pero los minutos de oro llegaron cuando Zombie bajó a cantar con el público, y cuando sonaron temas tremendos de sus años en White Zombie, como el coreadísimo “Thunder Kiss ’65”. Aun así, a algunos nos dejó la sensación de estar exprimiendo una fórmula agotada.

El cabeza de cartel de la gélida primera noche (los desprevenidos están tosiendo hoy como perros viejos), Ozzy Osbourne, ni decepcionó ni deslumbró. Fue Ozzy, y punto. Ni que decir tiene que la mayoría gozamos mucho más con “Sweet Leaf”, “Iron Man” o “Paranoid” que con algunos fiasquillos más recientes, pero la cosa sonó bien y tuvo garra. El madman no dejó de moverse a lo ancho del escenario como siempre hace, y arengó a sus masas con ganas, aunque pasaran un poco de él cuando pidió el “oe, oe, oe, oeee” –esas cosas salen solas o no salen-. Terminado su show, sólo quedaba el momento de la nostalgia stoner con la subida a las tablas de Kyuss Lives!, ya saben, la banda madre de QOTSA, que muchos esperábamos disfrutar a lo bestia… y así fue. Aunque faltó algún clásico ineludible (“Demon Cleaner”, por dios) y un poco más de entrega escénica, esas viejas tonadas de los noventa no fallan al conectar con nuestros recuerdos, y menos tocadas de esa manera tan precisa y acorde a lo que teníamos memorizado beat a beat. Resultó fantástico terminar esa primera velada con John Garcia dedicándonos lo mejor de sí mismo.

La segunda jornada la comenzamos con Reverend Horton Heat, que tuvo que lidiar con el solaco de las 18:40 y unos técnicos de sonido algo amodorrados que los dejaron sin sonido durante algunos segundos. Sin embargo, y aunque el público se movió lo que se puede esperar en semejante hachazo horario, el grupo dio un bolo de notable para arriba. Después, Atom Rhumba pusieron patas arriba el escenario Ben Keith (el principal rendía homenaje a Solomon Burke) con una distorsión que causó algunos problemas en las primeras filas, pero que desde fuera de la carpa causaba sensación. El final de su concierto, una fiesta contínua –se notó la hinchada local- fue una tormenta de «sonido Fun House” de lo más deliciosa.

De vuelta al escenario grande, vimos a unos Cheap Trick poseídos por el espíritu de los setenta que conquistaron sin remedio a sus fans, para después flipar en colores con Primus, que fueron los responsables del recital más refrescante del Azkena 2011. Por diferente, por la calidad instrumental y por la singularidad de las atmósferas psicodélicas que fueron capaces de inyectar al recinto durante casi dos horas. Excelentes.

Los Bad Brains cumplieron a la perfección su papel, destrozando el receptor de graves del personal –el bajo estuvo demasiado saturado- con ese punk tan bestial aderezado con reggae, que atrajo a una respetable cantidad de sharps al festival más rockero del país.

Entonces llegó el turno de una de las bandas más esperadas en Mendizabala, si no la que más: Queens of The Stone Age. Estuvieron soberbios, pero sufrieron algo que se repetiría a partir de ese momento en el escenario Solomon Burke. Por alguna razón, a los técnicos de sonido les dio por dejar las guitarras principales (la de Homme en este caso) demasiado bajas, mermando el desparrame de air guitars entre el público, tan típico de esta cita. Homme, al que por cierto muchos vieron bastante entradito en carnes (“se ve que se peleó con John Garcia por las alitas de pollo”, se oyó por ahí), dio un repaso casi completo al “Rated R” y otros trabajos antiguos del grupo, interpretando sólo unos pocos temas de su último disco. Cosa que nos encantó, si no fuera porque quedaron canciones imprescindibles fuera del repertorio. Con todo, no decepcionaron lo más mínimo.

Y si la primera jornada acabó bien porque Kyuss cumplieron con lo esperado, la segunda acabó mejor por la sorpresa que nos dieron Clutch, unos barbudos que ejecutan un demoledor southern stoner-rock en directo, y que hicieron que nadie se moviese de allí hasta la última nota. Fue uno de esos conciertos a todo tren, uno de esos que crean fans.

El último día, ya bastante perjudicados por las dos sesiones de DJ en sendas madrugadas, llegamos al recinto a eso de las siete para comprobar que los Avett Brothers son unos estupendos músicos con un gran futuro por delante. Poco después apareció Gregg Allman para derretir al personal con el blues de terciopelo de su último disco, y hacer levitar a más de uno con una “Midnight Rider” que puso una emocionante y evocadora banda sonora al atardecer vitoriano. A alguno de los presentes le aburrió que Allman basase su espectáculo principalmente en el piano, pero la sensación general fue de satisfacción plena ante un mito que supo estar a la altura pese a sus problemas de salud.

Nos perdimos a Bright Eyes para remojar el gaznate, pues a Brian Setzer había que hacerle un recibimiento por todo lo alto. Primero al frente de la formación de “Rockabilly Riot!”, el guitarrista rubio pudo superar los problemas de volumen –otra vez- y encarrilar una buena fiesta, que se desató definitivamente cuando saltó a la palestra su compinche de los Stray Cats Slim Jim Phantom, con quien rubricó espléndidas “Runnaway Boys” y “Rock this Town” (esta como apoteósico bis), entre otros clásicos gatunos. El final del bolo de Setzer fue todo un jolgorio, con varios contrabajistas sobre las tablas dando un gran espectáculo, y Phantom completamente desatado como de costumbre.

Qué decir de Paul Weller. Dio un buen concierto, se arriesgó introduciendo pasajes algo psicodélicos entre segmentos más rockeros, pero no emocionó. Tiene porte, elegancia, estilo, casi todo sonó bien -ese dichoso volumen de  guitarra…-, pero Weller es uno de esos tipos que no encajan con aquello de “o lo amas o lo odias”.

Cuando llegaba el que hubiera sido el turno de Danzig, muchos abandonamos el recinto. Era demasiado triste poner el punto final al festival viendo a los restos de Thin Lizzy. Quienes se quedaron por allí divergieron en opiniones. Para algunos, los más fans, fue estupendo. Para otros no fue más que un aturullado power-rock sin matices ni sorpresas.

Para terminar con buen feeling, el domingo nos pasamos a ver de nuevo a Gregg Allman en la plaza de la Virgen Blanca (el viernes estuvimos viendo a Rob Kingsley, el famoso imitador de Elvis de Las Vegas, no tan bueno como esperábamos), que nos dejó a punto para un regreso a casa lleno de esa morriñita tonta que queda cuando acaba un festival.

FOTOS: Musicsnapper

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