Crónica – NORTH MISSISSIPPI ALLSTARS (18 mayo, sala Caracol de Madrid)

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Un slide para soñar despierto

Era esta una cita muy esperada, jugosísima para todos los enamorados del blues y el rock sureño, una velada para dejarse mecer por el placentero sonido del slide y soñar despierto. Llegaba el gran Luther Dickinson, un tipo que, igual que Marc Ford hace unos meses, demostró que en los Black Crowes sólo militan músicos que van de genio para arriba. Un compañero de esta web vió trazas de “clinic” en sus interpretaciones a las cuerdas, virtuosas, versátiles y sí, quizá algo onanistas en algún momento. Pero pardiez, aquí entra aquello de para gustos los colores, porque servidor disfrutó del voyeurismo como pocas veces en una sala de conciertos.

Abrieron apetito los tremendos WHITE COWBELL OKLAHOMA (también telonearon a Michael Monroe en su gira española), unos cow-punkers de primera procedentes de Ontario que pusieron patas arriba la Caracol en la recta final de su bolo, cuando le dieron caña a un afilador hasta hacer saltar chispas de dos metros desde un cachivache que no acerté a identificar, mientras el frenesí rítmico envolvía a unas entregadas primeras filas. Su buen humor, su oficio y su intenso repaso de «Cencerro blanco»(2004), «Casa diablo»(2007) y “Bombardero” (2009) hicieron del cuellorojismo una religión que practicamos durante un agradabilísimo rato.

Llegó el turno de NORTH MISSISSIPPI ALLSTARS, en esta ocasión presentado en formato dúo por los hermanos Cody y Luther Dickinson, que venían a presentar “Keys To The Kingdom”, un octavo disco lleno de emotividad y sensaciones encontradas, dedicado a su fallecido padre. Y aunque es verdad que tienen momentos sin demasiado desgarro en los que se llega a dudar sobre si están demasiado sobrevalorados, hay otros tan incontestables que uno no puede más que cerrar la boca e intentar no perder detalle.

Prácticamente cada uno de los temas del disco, más algunos viejos blues –Luther había de sí mismo como un purista- y versiones como el “Stuck inside of mobile with the Memphis blues again” de Bob Dylan colmaron la noche con el genuino sabor del Misisisipi, transportándonos hasta sus mismísimas orillas en momentos estelares como el de “Keep the Devil down”.

A ratos uno llegaba a pensar que debía haber un bajista por ahí escondido, porque la habilidad de Luther era capaz de llenar cada segundo con notas tan mágicas como contundentes. Fue cambiando de guitarra casi constantemente a lo largo de la noche (Les Paul y Gibson las más usadas) creando un festival de sonidos y dejándonos especialmente estupefactos ante su dominio del cigar box guitar, que era precioso por cierto.

En los últimos asaltos del recital los hermanos se intercambiaron los papeles, tocando guitarras mano a mano, o sentándose Luther a la batería para dejar a Cody desparramar como una bestia parda con el woogie board, esa especie de tabla de lavar ropa que se usa habitualmente en el zydeco y el skiffle. La instrumentación fuera de lo habitual nos siguió dando sorpresas cuando Luther sacó otro invento: una guitarra de dos cuerdas construida con un palo y una lata, un verdadero alucine.

Nada que objetar y mucho que celebrar ante un concierto en el que hubo esa química que lleva a los músicos a salir una y otra vez tras los últimos bises. Y es que Luther puede ser algo tímido, pero con sus fans madrileños adquirió el punto justo de cercanía, y no dudó en alargar la velada al máximo. Siempre es muy de agradecer ese obsequio desinteresado, especialmente cuando cada nuevo regalo viene así de bien envuelto. Lo dicho: de genio para arriba.

Fotos: Fran Llorente

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