Crítica – TRACK DOGS «Track Dogs»

por

Género: Folk-Rock

Sello: MondGreen Records

PUNTUACIÓN: 8,25

Cuatro instrumentos foráneos reunidos en Madrid para ofrecer una pequeña joya que desafía a los agoreros que zanjan que en esto de la música ya está todo inventado. Tampoco es que Track Dogs hayan descubierto la clave de Sol, pero el descaro y el entusiasmo que se desprende de su tercer trabajo, un folk-pop personalísimo, iluminan una escena necesitada más que nunca de algarabía y mensajes gozosos. Vertebran el disco una guitarra acústica, un bajo con más proscenio que el que habitualmente se concede a un instrumento subyacente las más veces, una trompeta para dar lustre e impregnar de matices vibrantes la percusión lograda a través del cajón, último componente del cuarteto y concesión indudable al país de acogida de estos cuatro músicos que se han propuesto el reto, ya en marcha, de hacer sonar este “Move a Mountain” por las 52 provincias españolas.
Una obra redonda y brillante, sin máculas de pretenciosidad ni arabescos, con todo perfectamente ensamblado en los diez cortes del álbum –a los que se añaden dos bonus tracks instrumentales-, que rayan un nivel propio de banda adulta y consagrada, aunque sobresale la canción que da nombre al trabajo, merecido éxito de radiofórmula por original, jubilosa y optimista, antagónica a la reiterada concepción fordiana de los temas de los eternos inquilinos del ‘hit’.
Mención especial merecen las incursiones trompeteras del instrumentista Howard Brown. Del mismo modo que en “Going Through The Motions” o en “More To Say About That” vuelve a elevarse a un primer plano el toque armónico del viento metálico que, sin sonar a Miles Davis, adereza un pop amable encumbrado en la bulliciosa “Piece of Cake”, la trompeta es el perfume que conduce a la seducción total sin apabullar, con las gotas exactas a flor de piel.
Asimismo, gran parte del mérito del inmediato flechazo con el álbum corresponde a lo bien resueltos que están todos y cada uno de los estribillos, cada cual en su flujo rítmico, espléndidamente liderados por Garrett Wall –qué gustazo escuchar un vocalista sin atisbo de melaza en la garganta- y sustentados en las voces anglófonas de sus tres compañeros a los coros. Para muestra, un botón; escuchen hasta el paroxismo “Blindspot”, segunda pista.
También hallarán los audaces sin prejuicios que se acerquen al disco guiños al ambiente cargado de pub irlandés en “Raise Your Head” y en “The Wrong Man”, canciones en las que casi se aspira el humo de los cigarrillos y se mordisquea el aroma a cerveza tostada y jarana, placeres perdidos en el tiempo tras el paso de las sanísimas hordas prohibicionistas que cuidan con excesivo celo de nuestra frágil salud europea.
Ah, se agradece que música cocinada en España pero servida en inglés sepa al fish and chips original y no a impostada paella guiri a doscientas libras el cubierto de plástico desechable en Benidorm. Que en inglés canten los ingleses y aquellos españolitos que sepan al menos un mínimo de fonética inglesa. El resto, que vuelvan a la tan cacareada escuela bilingüe de ciertas comunidades autónomas antes de arriesgarse con idiomas que no dominan por una simple cuestión de estética que deriva inevitablemente en esperpento. Aunque Track Dogs lo integren dos irlandeses, un británico y un estadounidense, todos ellos con sede madrileña, el mestizaje se ha hecho con cabeza y pulcritud. Con ellos afortunadamente sobran las mamarrachadas.

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