Crónica – Concierto de THE AUSTRALIAN PINK FLOYD SHOW (La Riviera, 9 de abril)

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EL PARAÍSO ERA ESTO

La banda Australia aterrizaba por cuarta vez por estos pagos para desgranar un show de otra galaxia, un espectáculo sobrio y sin artificios que dejó boquiabierto al personal. Si las tres veces anteriores, en el Palacio Municipal de Congresos del Campo de las Naciones (su recinto fetiche) nos habían asombrado con la perfección de ese sonido irrepetible y la calidad de unas versiones excelsas de los más grandes Pink Floyd, en esta ocasión doblaron la apuesta con un sonido cuadrafónico que nos dejó entre noqueados y flipados. Ninguna banda ha sonado así en ese recinto, con esa fuerza y poderío, y con tamaña claridad de sonido. Fue como un delicioso Deja Vú, un viaje por el espacio como si tuviéramos a nuestro alcance la máquina del tiempo: cerrabas los ojos y te transportabas a la actuación de los genuinos Pink Floyd, en el Estadio Vicente Calderón, el viernes 22 de julio de 1988, tal era la calidad de lo allí interpretado. De inicio abrieron con la sideral “Shine on you crazy Diamond”, con un teclado y unas armonías de guitarra de otra dimensión, para continuar con “Welcome to the machine”, otra pieza que nos puso los pelos de punta, más las estupendas “Coming back to life” y “Arnold Lane”. La sinuosa “Learning to fly” insufló nuevos bríos a la velada hasta llegar a otras de las cumbres de la noche, “Sorrow”, ejecutada con tal pulso magistral y trazo hipnótico que las neuronas se erizaban igual que el vello, intro incluida. Como un cuchillo cortando las pupilas. Ver para creer. Lástima que faltara la pantalla gigante circular (que al parecer no cabía en el escenario de La Riviera) y las prometidas proyecciones en 3 Dimensiones.

Ese fue el único borrón de una velada, con intermedio (a la clásica usanza de las formaciones de rock sinfónico) y dos tiempos netamente diferenciados. Tras 45 minutos paradisiacos, un breve descanso de veinte minutos para reponer fuerzas y comentar la jugada y vuelta otra vez a la descarga. La segunda parte comenzó al ritmo de La Cara Oculta de la Luna, con las prodigiosas “Breathe”, “Time” y “The great gig in the sky” (interpretada con ímpetu ‘soul’ por la rubia corista Bianca Antoinette). Negro eclipse en su garganta y volcánica pasión, que dio paso a “What do you want from me” (una perla pálida del álbum “Division Bell”) y a la magia psicodélica de “Eugene”. Reciente estaba en nuestra memoria el egregio recital de Roger Waters en el Palacio de los Deportes, y “Another brick in the wall”, nos recordó tan inolvidables momentos (interpretada con derroche de ecos y sonoridades complementarias). Momento para “Wish you were here” (con el respetable coreando este himno acústico sumergido en una especie de éxtasis colectivo). Faltaba la explosión final y esta vino de la mano de “One of these days”, “Confortably numb”, más el único bis “Run like hell”.  Huelga decir que nos quedamos con hambre de mucho más, pese a las dos horas y pico trascurridas desde el inicio. Soberbios los guitarristas Steve Mac y David Fowler, y celestial el teclista Jason Stawford, elementos destacados de un combo que no tiene precio.

Ahora que apenas hay relevo generacional, ahora que la banalidad impone su férreo dictado como una plaga bíblica, ahora que los niveles educativos marcan su nivel más ínfimo, ahora que asoman los clones por doquier y los niñatos del tres al cuarto pueblan una escena quebrada y atomizada por un millón de mediocridades, ahora que queda atrás la primavera democrática (cuando la corrupción lo invade todo y el descrédito de la política cala como un diluvio ácido en el sufrido y hastiado ciudadano) y el dulce espejismo que tuvimos en los años ochenta, en el verano de nuestras ilusiones donde todo era posible, (y pensábamos que el país iba a cambiar hasta no conocerlo la madre que lo parió) se desvanece como lágrimas en la lluvia, ahora que nos inunda la regresión en todos los ámbitos como una catarata de inmundicia, ahora que el ROCK ya es algo clásico (como lo son Beethoven, Mozart o Bach) y nuestra conciencia nos anima a disfrutar del dulce sortilegio de un manantial de agua cristalina, ahora más que nunca, podemos y debemos afirmar que el paraíso era esto.

1 Comment

  1. buenas noches de venezuela de verdad me parece que l concierto esta impecable todo el sonido y la iluminacion es perfecta todo muy bien realizado dios los bendija por ese concierto magistral

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