Crónica – THIN LIZZY en Joy Eslava (28 de enero)

por

Tremendo recital el ofrecido por la banda irlandesa ante una abarrotada sala Joy Eslava. Supersuckers ejercieron de teloneros en una velada mágica, que tardaremos mucho tiempo en olvidar. Las posibles dudas que albergábamos a priori sobre la adaptación de Ricky Warwick como frontman del grupo (con la ardua tarea de cubrir lo más dignamente posible la alargada sombra del mito, del siempre recordado y reverenciado en nuestros corazones Phil Lynott), se disiparon con los primeros acordes de “Are you ready?”, el primer trallazo de la noche.Ya nos advirtió el promotor Robert Mills que THIN LIZZY son profesionales donde los haya y que traían varias toneladas en back-line, cargadas en un trailer de estos que quitan el sentido y que a duras penas pudo introducirse en pleno centro de la ciudad, un cerro de equipo, vaya, incluyendo tres mesas digitales y pantallas de sonido a tutiplén. Tremenda descarga, en el amplio sentido del término. Qué gusto dio comprobar que las altas expectativas que teníamos se vieron superadas en cuanto escuchamos rugir la guitarra de Vivian Campell, el contramaestre que se han buscado Brian Downey y Scott Gorham para hacer navegar al combo como un portaviones por las procelosas aguas de la escena actual. Cuatro décadas al pie del cañón, se dice pronto, codeándose con las más grandes formaciones (durante los años setenta y ochenta), tiempos dorados, de música divina. Contemplando cómo se las gastan estos muchachos, convendremos que el nivel de las bandas actuales ha bajado una barbaridad. Ya nadie es capaz de ofrecer esas guitarras dobladas y esas melodías como cuchillos que facturan Campell y Gorham, y que a lo largo de la gloriosa historia del grupo trenzaron otros hachas como Eric Bell, Brian Robertson o los inmensos Gary Moore, Snowy White o John Sykes. No quiero olvidarme de ninguno, pues a ellos también les corresponde su parte alícuota de leyenda.

Como artesanos preciosistas elaborando esculturas sonoras se presentó el quinteto, una fragua de rayos y truenos que destilaban las mejores atmósferas que puedan imaginar, néctar de otro planeta.Derroche de sonido y de actitud, y disparos a quemarropa: “Waiting for an alibi”, “Jailbreak”, “Do anything you want to”, “Don’t believe a Word” o “Dancing in the moonlight” nos elevaron al cielo en  la primera parte del show, dulce bálsamo para relamerse las heridas, una verdadera “Massacre” de puro rock’n’roll, que continuó al ritmo trepidante de “Angel of death”, “Still in love with you”, “Whiskey in the jar”, “Emerald” y “Wild one” con el público boquiabierto ante tamaño derroche guitarrero. El combo funciona como un reloj suizo, una máquina de precisión que tiene en Darren Wharton (teclista) y Marco Mendoza (batería) dos complementos ideales que hacen girar las manecillas con exactitud milimétrica, echándole simpatía y desparpajo al asunto. Exquisita excelencia el magisterio de Vivian Campbell como director de juego y guitarra solista (un prodigio de la naturaleza que ha pasado por las más exigentes formaciones: Dio, Whitesnake, Def Leppard). Elegancia de Scott Gorham en los desarrollos. Y solvencia de Ricky Warwick en las tareas vocales, pillando muy bien los tonos de Lynott, cargado de energía y rabiosa actitud rockera. Poco más se puede añadir de un encuentro que todavía regaló seis relámpagos más: “Sha la la”, “Cowboy song” y “The boys are back in town” en el tramo final, y las deliciosas “Rosalie”, “Bad reputation” y “Black Rose” en los bises, como postre de licor helado, la flor y nata ante nuestros ojos. Huelgan las palabras.

Deja una respuesta