ALICE COOPER, todavía un superhéroe – Crónica de su concierto en el Palacio Vistalegre de Madrid

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Si él no hubiera existido, nunca hubiéramos tenido el “placer” de conocer a Marilyn Manson. Y algunos piensan que tampoco a KISS, e incluso a los New York Dolls y demás glammers setenteros. O al menos tal y como los conocimos. Cierto es que el propio Alice Cooper tampoco hubiera existido sin inspirarse en Screamin’ Jay Hawkins, Arthur Brown o –aunque el propio Cooper lo niegue en la entrevista que le hicimos– Screamin’ Lord Sutch, el verdadero precursor de lo que entendemos por shock rock, un género que, sin ninguna duda, hoy tiene como rey absoluto a este showman que ayer dejó a todos con una sonrisa de oreja a oreja en el Palacio de Vistalegre de Madrid.

Para explicar qué es el shock rock, nada mejor que relatar lo ayer sucedido. Tras la excelente actuación de los potentes teloneros The Black Rose Road (banda nacional con futuro prometedor), un tipo llamado Vincent Fournier pero conocido como Alice Cooper subió al escenario maquillado y acompañado por una corte de actores y músicos, para representar el “Theatre of Death” (Teatro de la Muerte), una historia de violencia y locura en la que un asesino (Alice) es “ejecutado” varias veces sobre el escenario. Sí, ya va siendo hora de cambiar el show, pero, ¿a quién no le gusta verlo de nuevo, sobre todo si eres un fan que se ha marcado el pertinente birreo pre-concierto?

Tiene 63 años, y no todas las noches de una gira pueden ser apoteósicas dado el enorme esfuerzo, no sólo de él sino del plantel de artistas que le acompaña. Pero ayer la cosa estuvo ahí ahí. El bestial “School’s out” –servidor la ha escuchado otras veces en directo, y la de ayer sobresalió- que inauguró la noche fue el mejor presagio. Cayó el telón y Alice salió con su querido bastón, rodeado de humo, en una imagen enigmática, embriagadora, mágica, que cualquier buen mitómano seguiría ligando con la palabra “legendario” irremediablemente (al final de la crónica está la imagen). Lanzó su bastón al público en cuestión de segundos, y el disfrute clásico siguió con «No More Mr. Nice Guy» y «I’m Eighteen», dos joyas del hard-rock que sonaron perfectas, y que levantaron a las cerca de 4.000 personas que había en el Palacio de Vistalegre. La cosa funcionaba a las mil maravillas.

Alice sacó su muleta de huesos en el cuarto tema, acercándose con sus músicos al borde del escenario y provocando el delirio entre los talibanes que se apretujaban para intentar tocarle. Sonó «Wicked Young Man», la función echó a rodar, y en ese momento comprobamos que el señor Fournier se encontraba en plena forma, bastante más que en su concierto del Azkena el verano pasado, donde se mostró algo cansado. Después de atravesar a uno de sus enemigos en escena con una barra de hierro, «Ballad Of Dwight Fry» nos llevó al mítico momento de la guillotina. Podrá repetirlo una y mil veces, que sólo un tonto lo encontrará ridículoo anacrónico. Esto es el cabaret del hard-rock, una celebración de puesta en escena casi infantil, sí, pero de eso es lo que va el show de Alice Cooper: de acordarnos de aquellos días en los que sentíamos la emoción de adorar a un rockero gamberro, temible, casi un superhéroe.

La contundencia de “Go to hell”, sin embargo, no acabó de mover demasiado a la parroquia, que resucitó de manera espectacular con los acordes de “Poison”, en la que Alice “sucumbió” por una inyección letal suministrada por su hija –que forma parte del elenco actoral-, con una jeringuilla gigante. Después de ser torturado y ahorcado, Alice nos brindó una de las mejores interpretaciones de “Only women bleed” que se recuerden. Qué voz… absolutamente fantástica.

La banda, muy solvente en todo momento, se quedó entonces un rato sola sobre el escenario –con espectacular solo de batería incluido-, mientras Alice se enfundaba su chaqueta de araña para salir subido en un pedestal desde el que cantó «Vengeance is Mine», un tema del álbum  «Along came a spider» de 2008, que funcionó realmente bien. En «Dirty Diamonds» y «Billion Dollar Babies» llegó el esperado lanzamiento de collares de perlas y billetes falsos al público, que se lo estaba pasando en grande con la entrega del grupo, arrollador en esa recta final con «Killer», «I Love The Dead» y «Feed My Frankenstein». Pero la tríada final fue, esto sí que sí, apoteósica. La gloriosa «Under My Wheels» cerró el set oficial entre el jolgorio, pero ante los gritos de la audiencia, Alice y sus compinches volvieron a salir para arrasar con «Elected –con bandera española en manos de Alice…- y, de nuevo, el inevitable reprise de «School’s Out», que dejó al recinto a los pies del grupo, visiblemente satisfecho al hacer el saludo conjunto a su hinchada, que salió de allí eufórica.

Un apunte significativo. Cuando abandonábamos la sala, escuchamos a un rockero de la vieja escuela que llamaba desde una cabina a un compi en Valladolid, donde Mr. Fournier toca este viernes: “¡Tío ha sido la rehostia, no seas tonto que sigue en forma que te cagas, píllate la entrada pero ya!”.

Última hora: Los vicios son los vicios…. al parecer, al día siguiente del concierto Vincent jugó 18 hoyos en el Centro Nacional de Golf de la federación española en Madrid. Y es que el tío, además de adicto al golf, es un máquina: tiene handicap 2 (0 es lo máximo y 36 el mínimo)

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